Para quienes dedicamos nuestro tiempo al mundo de la comunicación, la noche del 24 de diciembre está marcada en el calendario como uno de los momentos importantes: el discurso del Rey a los españoles.
Aún cuando han sido muchos (y desde muchos puntos de vista) los comentarios sobre el discurso de Felipe VI en Nochebuena, parece lógico que también terminemos 2014 en "Obrador de palabras" comentando la citada intervención. Este año, además, la expectación era aún mayor por ser el primero de nuestro nuevo monarca.
Para despejar cuanto antes la incógnita debo decir que este discurso me ha parecido positivo, muy positivo. Personalmente es un placer ver al Jefe del Estado ajustándose a lo que es un discurso conforme a los cánones: clásicos y actuales. Nunca como ahora se hace necesario recuperar a Cicerón o a Quintiliano.
Si cuando nos dirigimos al público hemos de cultivar la claridad, la credibilidad y la emoción, D. Felipe ha pasado con nota la prueba.
Bajo la premisa de que tenía claro cuáles eran las expectativas de la audiencia, ha marcado claramente tres mensajes; suficientes: corrupción, economía y unidad de España que ha colocado perfectamente al principio, en el desarrollo y al final de su discurso.
Ha sido también sobresaliente su apertura y su cierre, captando de manera inmediata la atención en el comienzo y terminando de forma emotiva su cierre, despedida incluida en las lenguas oficiales.
Significativa ha sido también en el monarca la expresividad, tanto de sus manos como de sus gestos faciales, acompañando en todo momento cada parte del discurso, alejándose de la imagen de busto parlante. Incluso me ha parecido emocionante, a pesar de un cierto titubeo probablemente fruto de la falta de experiencia, el gesto de llevarse la mano al corazón en el momento que hablaba de su relación con los españoles.
El ambiente logrado, como siempre, íntimo, entrañable y cálido con los detalles fotográficos elegidos para la ocasión con toda la intención, para trasladar en imágenes lo que pretende ser la "nueva Casa".
Podemos estar más o menos de acuerdo en la disposición y protagonismo dados a esos detalles, pero estaban todos; incluida la bandera de España y el Nacimiento. Sinceramente yo hubiese preferido un protagonismo mayor de nuestra bandera nacional y menos picaporte de la ventana que estaba a la espalda del Rey. Pero, insisto, es una cuestión de "intereses" y éstos no siempre son coincidentes para todos. Alguien habrá pensado que sustentar la imagen de unidad de los españoles en la exclusiva imagen de quien hoy ostenta la Corona es más eficaz que en otros símbolos que puedan "ofender" en determinados territorios (ellos sabrán, es muy respetable).
En definitiva, para quien hoy despide este rincón hasta 2015, es un "orgullo y satisfacción" haber disfrutado con el discurso del Rey. Objetivo cumplido.
¡Feliz 2015!