La paciencia cívica demostrada por el pueblo español, parece
que no tiene límites. La escalada de provocaciones, insultos y mentiras vivida
en las últimas semanas de desescalada en el Congreso de los Diputados y en las
ruedas de prensa gubernamentales ponen los pelos de punta.
Infolibre |
Todos pensábamos que la pandemia nos iba a unir. Mira por
donde, se han encargado de que esto no se vaya a producir, se hayan cargado los
principios básicos de la comunicación política (soluciones, creencias y
emociones, dominio de la palabra y persuasión) y hayan convertido una tragedia,
con decenas de miles de españoles muertos, en un campo de batalla infecto. Por
supuesto, el pueblo sale más debilitado, más “extremizado”, menos unido.
Las nobles armas de la confrontación política como son la
gestión de lo público, la dialéctica, la crítica y la alternativa se han
transformado en utensilios que socavan la confianza y la propia democracia. No hablemos
ya de transparencia, liderazgos colaborativos, rendición de cuentas, humildad o
empatía (fulminadas). Es algo así como si utilizáramos la pluma, no para
escribir, sino para asesinar.
La táctica ha suplantado a la estrategia. ¿Acaso seguirá haciéndose
realidad la napoleónica frase “el fin justifica los medios”? Ojalá no sea así.
El caso es que, en las últimas semanas, entre asistencia a videoconferencias,
redes sociales y lectura de artículos de colegas de profesión, hemos disfrutado
mucho profundizando en comunicación política, comunicación de crisis y la
comunicación post covid-19.
OK Diario |
Pero también he tenido tiempo para darme cuenta de: un uso
del poder sin escrúpulos mientras se presume de democracia y estado de derecho;
una utilización del estado de emergencia para “colar” cuerpos legislativos
cargados de principios ideológicos sin ningún tipo de debate; el uso y control
de medios de comunicación afines a modo de bomba racimo que instaure en todo
individuo un marco mental del que es complicado escapar; el intento permanente
de dividir a la sociedad en grupos antagónicos; la estigmatización pública de
la libertad de crítica; la culpabilización y puesta bajo sospecha de quien no
apoya la causa; la autodestrucción de la confianza del pueblo en sus líderes;
el dopaje mental, a través de herramientas de psicología social, para
mantenernos felices. Incluso, como colofón a la desescalada, y fruto de un acto
brutal, absolutamente reprobable, (de
éste sí hemos visto imágenes), ha resucitado el “Black Lives Matter”.
En definitiva, tipos como Lenin, Stalin, Gramsci o el
instigador intelectual del Foro de Sao Paulo estarían encantados. Quizás lo
esté también un tal Soros. Hoja de ruta a cualquier precio.