Si este pequeño espacio donde comparto
contigo algunas reflexiones lleva el nombre de “obrador de palabras” es por el
inmenso respeto que las tengo y por mi afán de contagiar el mismo respeto y
cariño que siento por ellas, como la forma más efectiva y eficaz de comunicarnos
entre las personas.
Confieso mi desánimo pues, lejos de
servir para la búsqueda del diálogo, el encuentro o la información, sigo percibiendo
demasiados episodios donde vuelve a servir para todo lo contrario tras su uso
retorcido, maliciosamente sesgado o abandonado a su suerte.
En los últimos quince días, por
ejemplo, me he encontrado con titulares de medios de comunicación serios que,
para informar del asesinato de dos niñas a manos de su madre, han usado, en mi
opinión, las palabras a su mera conveniencia dejando de lado cualquier atisbo
de ética informativa. Frases como “mueren dos niñas y su madre en Quintanar del
Rey”, “Mueren tiroteadas una mujer y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia
Civil de…” o “Mueren a tiros una madre y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia
Civil…”, personalmente, me avergüenzan y me cabrean porque claramente manipulan la percepción del público.
Ante la acción del Tribunal
Constitucional español, fruto de un recurso de amparo, he escuchado (o leído)
la pasada semana, en boca de políticos y periodistas, frases como “magistrados
asaltan el poder legislativo”, “un poder judicial sin legitimidad democrática
ha dado un golpe al poder legislativo”, “golpe de estado”, “golpismo judicial”
o “el Tribunal Constitucional ha consumado su ataque a la democracia”. Sinceramente,
me parece de una irresponsabilidad gravísima que no ayuda a sosegar la
tensionada sociedad española.
Por último, el discurso
de S.M. el Rey. Alabado y criticado de forma exagerada por unos y por otros.
¿El mejor discurso del Rey?, no en mi opinión. Siempre bien construido aunque no siempre bien leído. Abordó tres cuestiones que son
un auténtico problema de convivencia en la actualidad pero, sinceramente,
pienso que le faltó una postura de autoridad apareciendo prácticamente arrellanado
en una silla con un par de “tallas” más pequeñas; parco en su gestualidad con
las manos y sin enfatizar lo importante; distante de un espectador que le sigue
atentamente evitando, en demasiadas ocasiones, el contacto visual directo sin
mirar a la cámara; en un espacio demasiado abierto que, a veces lo hacía aparecer
desangelado; poco natural con algunos ademanes y expresiones lo que hace perder credibilidad.
En fin, que me invade la tristeza
por ver cómo se retuercen las palabras para conseguir titulares sesgados, por escuchar cómo no se les otorga la
importancia que tienen, usándolas a la ligera y por comprobar que, cuando más falta hace, no se las
acompaña de sus aliados indispensables, el lenguaje paralingüístico y el
lenguaje no verbal.
Espero que el próximo año, la
concordia, el legítimo debate y la objetividad informativa se conviertan en
valores absolutos a respetar por todos los españoles y seguro que así
cuidaremos algo más el uso de la palabra. (¿O debería plantearlo al revés?).