Mucho hablamos hoy de la catastrófica,
y casi irreparable, actuación de la selección española de fútbol ante el
combinado de los “samuráis azules”, los hijos del imperio del sol naciente. Sn embargo,
salvo contadas excepciones, nadie se ha parado en quien, para mí, ayer, fue el
auténtico protagonista del encuentro futbolístico celebrado en la capital Qatarí.
Ése no es otro que Hajime Moriyasu, el elegante seleccionador del combinado
japonés.En mi opinión, Moriyasu encarnó
ayer a la perfección la figura del “último samurai”. Combinó, como nadie, las
mejores enseñanzas del Bushido (código de honor medieval de los samuráis), con
uno de los principios básicos redactados hace más de 2.000 años en El Arte de
la Guerra (del general chino Sun Tzú). En definitiva, supo aunar, como líder de
ese grupo de hombres, una misión, una visión, unos valores, unos objetivos,
unas herramientas y una dirección que le llevaron al éxito. Simple y llanamente
trabajó y obtuvo resultados fruto de una estrategia.
Siempre he tratado (y trato) de
transmitir a mis entornos próximos, sean estos personales o laborales, la
importancia de la estrategia, su utilidad y su necesidad, su eficiencia y su
eficacia aún en el caso de que, por último, las cosas no salgan bien. El caso
es que la experiencia nos dice que, casi siempre sale bien; sobre todo si aquél
a quien nos enfrentamos no la tiene.
Estoy seguro que Moriyasu conoce
perfectamente las dos frases que a continuación transcribo:
“Una vez el guerrero está
preparado para el hecho de morir, vive su vida sin la preocupación de morir, y
escoge sus decisiones basado en un principio, no en el miedo”
“Debemos fingir debilidad para
que el enemigo se pierda en la arrogancia”
La primera de las frases aparece como uno de los principios fundamentales del Bushido. La segunda está tomada de una de las enseñanzas transcritas en El Arte de la Guerra. Con esta estrategia el líder de los “samuráis azules” supo aguantar una primera parte del encuentro para llevar a las profundidades de su propia arrogancia a nuestros seleccionados en la segunda parte del partido y, así, conseguir, no sólo la victoria, sino un hito histórico en la vida del imperio nipón. Una jugada maestra disciplinada, con dominio de los tiempos, sin miedo y despistando al contrario con su aparente debilidad inicial para una vez confiado el enemigo asestarle el golpe mortal. Misión cumplida.
Poco más me queda por añadir que
agradecer al mundial de fútbol que, por su culpa, me haya acercado a este blog
que he tenido abandonado durante este año muy a mi pesar.
Por lo demás, querido lector, seas
padre, hijo, trabajador, empresario, autónomo… o político, la lección es bien
sencilla. Aplícate el cuento.
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