lunes, 26 de diciembre de 2022

Las palabras importan

Foto Diario AS

Termina el año con bastante gresca y poca cordialidad en el panorama público español. Una vez más, las palabras han sido las protagonistas, pues, no en vano, siguen siendo la principal herramienta (no la única) de comunicación entre los, teóricamente, cuerdos de este `planeta. Ésas que bien elegidas, ordenadas y expuestas debieran expresar ideas, emociones y sentimientos.

Si este pequeño espacio donde comparto contigo algunas reflexiones lleva el nombre de “obrador de palabras” es por el inmenso respeto que las tengo y por mi afán de contagiar el mismo respeto y cariño que siento por ellas, como la forma más efectiva y eficaz de comunicarnos entre las personas.

Confieso mi desánimo pues, lejos de servir para la búsqueda del diálogo, el encuentro o la información, sigo percibiendo demasiados episodios donde vuelve a servir para todo lo contrario tras su uso retorcido, maliciosamente sesgado o abandonado a su suerte.

En los últimos quince días, por ejemplo, me he encontrado con titulares de medios de comunicación serios que, para informar del asesinato de dos niñas a manos de su madre, han usado, en mi opinión, las palabras a su mera conveniencia dejando de lado cualquier atisbo de ética informativa. Frases como “mueren dos niñas y su madre en Quintanar del Rey”, “Mueren tiroteadas una mujer y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia Civil de…” o “Mueren a tiros una madre y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia Civil…”, personalmente, me avergüenzan y me cabrean porque claramente manipulan la percepción del público.

Ante la acción del Tribunal Constitucional español, fruto de un recurso de amparo, he escuchado (o leído) la pasada semana, en boca de políticos y periodistas, frases como “magistrados asaltan el poder legislativo”, “un poder judicial sin legitimidad democrática ha dado un golpe al poder legislativo”, “golpe de estado”, “golpismo judicial” o “el Tribunal Constitucional ha consumado su ataque a la democracia”. Sinceramente, me parece de una irresponsabilidad gravísima que no ayuda a sosegar la tensionada sociedad española.

Por último, el discurso de S.M. el Rey. Alabado y criticado de forma exagerada por unos y por otros. ¿El mejor discurso del Rey?, no en mi opinión. Siempre bien construido aunque no siempre bien leído. Abordó tres cuestiones que son un auténtico problema de convivencia en la actualidad pero, sinceramente, pienso que le faltó una postura de autoridad apareciendo prácticamente arrellanado en una silla con un par de “tallas” más pequeñas; parco en su gestualidad con las manos y sin enfatizar lo importante; distante de un espectador que le sigue atentamente evitando, en demasiadas ocasiones, el contacto visual directo sin mirar a la cámara; en un espacio demasiado abierto que, a veces lo hacía aparecer desangelado; poco natural con algunos ademanes y expresiones lo que hace perder credibilidad.

En fin, que me invade la tristeza por ver cómo se retuercen las palabras para conseguir titulares sesgados, por escuchar cómo no se les otorga la importancia que tienen, usándolas a la ligera y por comprobar que, cuando más falta hace, no se las acompaña de sus aliados indispensables, el lenguaje paralingüístico y el lenguaje no verbal.

Espero que el próximo año, la concordia, el legítimo debate y la objetividad informativa se conviertan en valores absolutos a respetar por todos los españoles y seguro que así cuidaremos algo más el uso de la palabra. (¿O debería plantearlo al revés?).

 

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