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No sé quién es el autor de esta frase que me ha llegado a
través de las redes, pero, cierto es que me ha hecho pensar, otra vez, en la
deriva que nuestro panorama político nacional está alcanzado desde hace varios
años.
El caso es que, percepciones, marcos conceptuales, selección
de valores, primar lo interesante por encima de lo importante, la ausencia de
debate intelectual frente a la obsesión por ganar la batalla de las palabras o
la exageración del ser emocional, nos han llevado, quizá sin quererlo, a un
terreno de juego que lejos de parecerse a un partido de rugby (“ese deporte de
villanos jugado por caballeros”), parece, cada vez más, un encuentro de fútbol (“ese
deporte de caballeros jugado por villanos”).
Con el único afán de llevarte a unos minutos de reflexión,
te dejo algunos de los principios de la comunicación política que manejaron
nacionalsocialistas, leninistas y estalinistas, gramscianos o seguidores del
Foro de Sao Paulo. Si encuentras referentes actuales, intenta reaccionar.
Posiblemente, tu reacción, se convierta en una ayuda inestimable para salvar
nuestro actual sistema de libertades:
“Debemos apoyar con
las luchas callejeras demandas que no tienen ninguna posibilidad de resultados.
Lo principal es la propaganda y la agitación social en todos los estratos
sociales. Hay que estar en contra de la libertad de crítica. Tomen la educación
y la cultura y el resto se dará por añadidura. La conquista del poder cultural
se logra a través de intelectuales orgánicos infiltrados en medios de
comunicación, expresión y universitarios. Divida a la población en grupos
antagónicos incitando a la discusión sobre asuntos sociales. Asuma el poder sin
ningún escrúpulo. Individualice al adversario en un único enemigo. Responda al
ataque con el ataque y si no puede negar las malas noticias, invente otras que
distraigan. Convierta cualquier anécdota en amenaza grave. Recuerde que la masa
tiene gran facilidad para olvidar. Emita constantemente informaciones y
argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público
esté ya interesado en otra cosa. Difunda argumentos que estén arraigados en
actitudes primitivas. Cree impresión de unanimidad, que todo el mundo piensa
igual, para aislar al adversario. Contraprograme al adversario con los medios
de comunicación afines...”
Recuerda, como dijo Cicerón, “la historia es genuina testigo
del tiempo”. Quizás a muchos no interese recordarla o prefieran inventarla para seguir perpetrando sus objetivos.