domingo, 28 de septiembre de 2014

La camisa blanca

No, esta entrada no va de la rasgadora poesía del bilbaíno Blas de Otero y que con tanta fortuna popularizó Ana Belén. Hoy voy a hablar de la siempre elegante y tan de moda puesta últimamente por nuestros políticos: la camisa blanca propiamente dicha.
Como no puede ser de otra forma, soy un convencido de que todo, hasta el más mínimo detalle importa a la hora de comunicar porque habla por nosotros. Es más, pienso que, en la mayoría de las ocasiones, nuestra imagen habla antes que nuestra voz.

Nuestra ropa es lo primero que un desconocido ve de nosotros; antes que escucharnos o ver cualquier tipo de gesto corporal.
De ahí que sea un ferviente seguidor de dedicarle tiempo a qué, cómo y cuándo ataviarnos con determinadas prendas.

Por otro lado, de todos es sabido que el blanco simboliza pureza, inocencia, paz y pacifismo, limpieza y frescura, incluso alegría. Por eso mismo, una camisa blanca debería haber sido una prenda habitual entre la clase política años atrás. Pero, hete aquí, que como la camisa blanca era, como decían las abuelas, la prenda más elegante para cumplimentar un traje, cuando en España se llevaba la contra-elegancia, las camisas blancas quedaron para los pocos que, a propósito, exhibían su elegancia acoplándola a un traje y a una corbata.
Y así se creaban tendencias, incluso, entre los correligionarios y seguidores de los partidos políticos. ¿Quién no recuerda las chaquetas de pana y camisas de cuadros de González? ¿o las camisas de rayas de Aznar? En ocasiones nos servían hasta para identificar silenciosamente la tendencia del sujeto que teníamos delante vestido de esa guisa.

¿A dónde quiero ir a parar? Pues a que desde que llegó Obama y lo mesiánico se puso de moda, no hay político que se precie que no desfile en público con camisa blanca, mayormente sin americana y sin corbata. Y, sinceramente, tanta uniformidad me despista. Incluso pienso que empieza a perder eficacia; como si viera un montón de soldados del ejército imperial. Se me hace difícil distinguir al "bueno" (por la vestimenta, claro está).

Pero, la verdad, por lo que hoy escribo este "post" es porque llevo 20 años recomendando no asistir a los platós de televisión con camisas blancas porque producen destellos, transmiten frialdad e interfieren en el espectador a la hora de percibir los gestos del rostro. Y ahora, de repente, todos de blanco a las televisiones. Sinceramente, me he debido perder algún capítulo porque no lo entiendo. 
  

Sigo pensando que el blanco (mucho más si no se acompaña de corbata o/y americana) sigue siendo un color que debería estar prohibido en televisión salvo para los anuncios del "yo lavo más limpio".

El ojo y la mente humana necesitan de colores para moverles a la acción y al sentimiento.

viernes, 19 de septiembre de 2014

¡SÁLVAME!

A estas alturas, ya todos sabemos que el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez ha intervenido en el programa de "entretenimiento" que dirige Jorge Javier Vázquez. Y a estas alturas, a pesar de la generalizada reacción negativa en redes sociales, han sido bastantes colegas los que han salido, de inmediato, a analizar el efecto positivo de esta pseudointervención a través de una llamada telefónica.
Antes de que sigas leyendo, por si quieres parar aquí, te diré, amigo lector, que yo creo que es un error dicha intervención. Creo que es un error el motivo de la llamada, el contenido de la llamada y la forma de la llamada. Salvo, eso sí, que algunos quieran volver al pan y circo de Juvenal (60-128 d.C.) reconvertido hoy en el pan y circo de las televisiones a las que los políticos tienen que acudir obligatoriamente para ejercitar el populismo que le reporte los votos suficientes para alcanzar el poder. Eso debe ser más sencillo que apoyar a un alcalde amenazado de muerte.

Pienso que el ejercicio de la responsabilidad no está reñido con la búsqueda original de notoriedad, con las nuevas formas de comunicación ni con buscar nuevos cauces para encajar el mensaje. 
Entiendo el nerviosismo de Sánchez con el ascenso de Podemos y lo fácil que es proponer aplicar la fórmula pensando que si a otros les ha funcionado, ¿por qué no a mi?. 
El error está en pensar que la tele nos lo va a dar todo sin seleccionar los escenarios (por cierto, los líderes de Podemos sí saben seleccionar los escenarios). Porque además, los telespectadores no son tontos, los españoles no son tontos.
La responsabilidad de un político que pretende gobernar una nación, no pasa, en mi opinión, por posicionar una propuesta (y de la manera que lo hizo) sobre un asunto que está generando gran polémica en los medios de comunicación en un programa especializado en "prensa rosa", por mucha audiencia que tenga. 
Deteriora su imagen. ¿O sólo lo hizo porque Jorge Javier amenazó con retirar su voto al PSOE? Si es así, la responsabilidad y seriedad de quien quiere dirigir España todavía se rebaja más. 
Mi opinión es que Jorge Javier, líder de audiencia en su programa, no es ningún prescriptor político. Pensar lo contrario es tratar de imbéciles a la audiencia y sobre todo a quienes están luchando por la desaparición del festejo tradicional del Toro de la Vega. (por cierto, ofrezco una solución a la polémica; no es mía, fue de Francisco Franco de 1966 a 1970: no se rejoneaba el toro, es decir, no se le daba muerte)
Alguien tiene que explicar a Sánchez que "al deliberar sobre cualquier asunto siempre hay que tener en cuenta si conviene a todos los ciudadanos" (Erasmo de Roterdam). 
Alguien tiene que decirle que el "populismo" no se combate con "más populismo" en un país que tiene mayoría de edad y cuyos ciudadanos están cada vez más preparados (aunque a veces no lo parezca). 
Por el bien de España, espero no tener que verlo, por mor de las audiencias, metido en la casa de "Gran Hermano". Sin duda, a ello podemos contribuir con nuestro granito de arena los consultores políticos.
(Nótese que no he hecho en ningún momento referencia a la aparición del Sr. Sánchez en el programa "El Hormiguero". Motivo: para mí, como diría Alejandro Sanz, no es lo mismo)