Difícil volver a mi blog en estos
momentos sin hacer referencia al personaje de moda en España esta semana, Quim
Torra. Para no incidir en el análisis político, me centraré exclusivamente en
su técnica discursiva, fundamentalmente la empleada en el debate de
investidura. En todo caso quiere ser mi posicionamiento personal como ciudadano
libre contra la intolerancia de los
independentistas.
Más allá de las discusiones
académicas sobre las características que distinguen un discurso totalitario
existen ciertos elementos comunes que lo suelen identificar (personalmente
pienso que son las ideas y, sobre todo, los hechos, más que las técnicas discursivas, los que
definen esa despreciable forma de
gobernar).
Lo escuchado en el parlamento
catalán por parte de los independentistas, pero sobre todo, por el personaje
elegido como presidente de la comunidad autónoma de Cataluña, hace sospechar
que las ideas que sustentan su pensamiento se enmarcan en los cánones clásicos
del totalitarismo. No digamos, si analizamos
las perlas de pensamiento twittero que hemos ido conociendo en las últimas horas.
Veamos también sus estrategias,
que parten de la intención clara de manipulación psicológica del oyente,
especialmente aquel al que consideran su público objetivo. A base de estímulos
se pretende desligar de la lógica el contenido del propio discurso para ocultar
las contradicciones contenidas en él, para enmascarar sus metas irracionales.
Personificación e
identificación del líder con la cuestión: Cataluña. El líder es la encarnación
de la idea. Así justificaríamos los delitos y a los delincuentes. Estamos
habilitados para sacar a los delincuentes de la cárcel, las ideas no delinquen.
Tenemos que restituir lo que nos han quitado.
Paternalismo en los
momentos difíciles. Tenemos que construir un futuro juntos y sólo yo y mi élite
os garantiza ese futuro.
Miedo. Necesitamos la
república para ser libres porque ahora no lo somos. Si no arrancamos las vías
de acción republicana será difícil hacer frente a los retos.
Realidad paralela. Aquí
no hay más catalán que el que se siente independentista y, por supuesto odia a
España, incluido su Jefe del Estado. Dentro de esta realidad paralela podemos
enmarcar también la historia inventada del pueblo catalán.
Mitos, símbolos e
historia. Hay una historia común y épica que une a un pueblo oprimido a lo
largo de los siglos. Inventada, eso sí, pero sustentada en símbolos y mitos creados para ello.
Oratoria emocional. Sed
leales a lo que Cataluña os pide, es decir, sed leales al líder y a su élite.
Necesitamos ser libres, la democracia está en entredicho.
Enemigo externo e
identidad única. Sí, sí, me declaro radical. Contra esa España que oprime a
Cataluña, que no respeta la voluntad de su pueblo. Por supuesto, sólo existe e pueblo independentista; el resto es el enemigo.
Liderazgo excepcional. Mi
trayectoria y la defensa de mi pueblo es la que me ha traído hasta aquí. No
estoy en esto por casualidad, además soy un intelectual. Estoy dispuesto al
sacrificio.
Mantra. Por supuesto estas
ideas, estos mensajes, deben ser repetidos una y otra vez para que se
introduzcan de forma natural en la mente de sus seguidores sin ser cuestionados.
Estas estrategias discursivas
junto con los mensajes elaborados para colocar en cada uno de esos soportes los
podéis encontrar en muchos de los discursos de Hitler, Stalin o Mussolini. Tan
sólo falta liquidar al enemigo y estaremos en el pasado. Apesta a
totalitarismo.