Las lecturas que manejé el pasado fin de semana entre nieblas y paseos, me recordaron que se cumplían en España 90 años de la primera vez que se ejercía el sufragio universal y las mujeres pudieron votar. Imagino la sensación de aire puro, frescura y libertad que se respiró en ese momento. Probablemente inimaginable, afortunadamente, por las mujeres de la generación de mis hijas que ya nacieron en plena consolidación del régimen constitucional del 78.
Foto Agencia Efe
Este mismo fin de semana hemos
visto cientos de miles de personas en Madrid que se han sumado a las decenas de
miles que se han ido manifestando también semanas atrás por todo el territorio nacional.
Todo ello, como sabes, por mor del arranque de la tramitación de la Ley de Amnistía para quienes participaron en la
sublevación del llamado “procés” de Cataluña.
Muchos han sido los gestos,
declaraciones y comportamientos (puestas en escena) que se han analizado y
comentado. No voy a profundizar en ello.
Llevo tiempo sin publicar en este
rincón y hoy lo hago no para hablar como profesional de la comunicación. Me he deshecho
de perezas y faltas de tiempo porque necesitaba desahogarme de manera sosegada
y, para mí, eso significa obligarme a escribir alejado de estridencias donde el relato pretende matar a la creencia.
Ahora que Sánchez ha logrado
formar gobierno de forma legítima, que ya tiene su equipo para los próximos
años, me apetece escribir y contarte que, para mí no es legítima ni justa la
ley de amnistía que se propone.
Que yo sepa, una amnistía no
significa sólo perdón, sino que va más allá; significa reconocer que aquellos actos
por los que alguien ha sido condenado no fueron delito lo que conlleva una
deslegitimación y rechazo del ordenamiento jurídico por el que fueron
condenados. Eso, ni más ni menos, es lo que se llevó a cabo en los albores de
nuestra democracia procediéndose, con la amnistía, a deslegitimar el régimen
anterior.
Esta amnistía que se pretende hoy
en día no me parece justa, moralmente, por sus pretendidos efectos, pero
tampoco legítima. La representación democrática no es un cheque en blanco. Dudo
mucho que una gran parte de los votantes del PSOE lo hubieran hecho de no habérseles
ocultado esa intención. Es más, no sólo se les ocultó, sino que, además, se les
dijo claramente que era algo con lo que se estaba en contra radicalmente.
La primera vez que tuve edad para
votar lo hice en el referéndum de la OTAN. Fue precisamente la presión de la
opinión pública y el cambio de opinión de Felipe González y el PSOE sobre la
conveniencia de la permanencia en la organización militar la que condujo al
referéndum de 1986. Pues bien, ¿por qué no hace lo mismo Sánchez y con la
legitimidad que le han dado los resultados electorales somete a referéndum consultivo
(artc. 92.1 C.E.) la decisión de tramitar una ley de amnistía por lo hechos del
“procés”?
El artículo 92.1 dispone que las
decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum
consultivo de todos los ciudadanos. ¿No se argumenta ahora que hay que darle al
“problema” una solución política?
Ello, políticamente al menos, le
otorgaría legitimidad, al margen de las oportunas interpretaciones judiciales
que deberán llegar vía los tribunales de justicia y las consideraciones morales
que libremente seguiremos teniendo cada españolito mientras nos dejen.
Ello, estoy seguro, nos traería una
sensación de aire puro, frescura y libertad como la que debieron sentir los
españoles, ahora hace 90 años.
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