jueves, 28 de diciembre de 2023

Abatimiento


Siempre me gusta hacer balance del año que termina. A modo de desahogo, si tengo tiempo y lo plasmo en unos párrafos, me gusta compartirlo con quienes por diferentes razones estáis conectados conmigo a través de las redes sociales. Debo decirte que, al margen de la felicidad personal que siento como individuo por seguir, un año más, disfrutando del amor y del cariño de los míos, como ciudadano me siento abatido.

Me gano la vida en el ámbito de la comunicación, ayudando a que personas y entidades comuniquen con eficacia y lo que veo y analizo desde mi óptica profesional me lleva al abatimiento.

Me siento abatido porque veo a mi alrededor el auge de técnicas de ingeniería social y de comunicación más propias de los totalitarismos que de las sociedades democráticas que llevan al gran colectivo a permanecer prácticamente narcotizado. La claridad, la credibilidad y el corazón (salvo los instintos) están dejando paso a la falacia, la agitación y la propaganda.

Me siento abatido porque la palabra del año es polarización. Nada bueno puede resultar de una sociedad donde, gracias a su clase política, la están forzando a partirse en dos. Donde el sectarismo y la militancia están más a la orden del día que nunca. Solo podemos esperar crispación.

Me siento abatido porque hay dos conflictos bélicos que afectan muy de cerca a nuestra vieja Europa que no se solucionan. Uno ha pasado a un segundo plano y parece que ya asumimos su presencia como mal necesario y otro donde las atrocidades cometidas no importan tanto como inducir al colectivo a favor de unos en contra de otros, olvidando las causas que lo provocaron.

Me siento abatido porque ya no hay límites ni líneas rojas y desde el poder se amasan las voluntades ciudadanas con técnicas de comunicación (y acciones) que blanquean a la carta, sobre todo ante las generaciones más jóvenes, postulados y personas que, sin ninguna duda, tienen por objetivo subvertir nuestro sistema de organización social.

Me siento abatido porque hace unas semanas nos dejó una gran persona que, además, encarnaba como nadie el mayor símbolo de la concordia: socialista, católica, española y de Valladolid. Ahora que descansa para siempre en el panteón de personas ilustres de su ciudad, desgraciadamente, nadie la pondrá como ejemplo de convivencia porque será mejor recordarla como “la chica yeyé”.

Con este panorama, imagino que, a poco, el próximo año será mejor.

¡Feliz 2024!

martes, 21 de noviembre de 2023

¿Sería un referéndum la solución?

Las lecturas que manejé el pasado fin de semana entre nieblas y paseos, me recordaron que se cumplían en España 90 años de la primera vez que se ejercía el sufragio universal y las mujeres pudieron votar. Imagino la sensación de aire puro, frescura y libertad que se respiró en ese momento. Probablemente inimaginable, afortunadamente, por las mujeres de la generación de mis hijas que ya nacieron en plena consolidación del régimen constitucional del 78.

Foto Agencia Efe

Este mismo fin de semana hemos visto cientos de miles de personas en Madrid que se han sumado a las decenas de miles que se han ido manifestando también semanas atrás por todo el territorio nacional. Todo ello, como sabes, por mor del arranque de la tramitación de la Ley de  Amnistía para quienes participaron en la sublevación del llamado “procés” de Cataluña.

Muchos han sido los gestos, declaraciones y comportamientos (puestas en escena) que se han analizado y comentado. No voy a profundizar en ello.

Llevo tiempo sin publicar en este rincón y hoy lo hago no para hablar como profesional de la comunicación. Me he deshecho de perezas y faltas de tiempo porque necesitaba desahogarme de manera sosegada y, para mí, eso significa obligarme a escribir alejado de estridencias donde el relato pretende matar a la creencia.

Ahora que Sánchez ha logrado formar gobierno de forma legítima, que ya tiene su equipo para los próximos años, me apetece escribir y contarte que, para mí no es legítima ni justa la ley de amnistía que se propone.

Que yo sepa, una amnistía no significa sólo perdón, sino que va más allá; significa reconocer que aquellos actos por los que alguien ha sido condenado no fueron delito lo que conlleva una deslegitimación y rechazo del ordenamiento jurídico por el que fueron condenados. Eso, ni más ni menos, es lo que se llevó a cabo en los albores de nuestra democracia procediéndose, con la amnistía, a deslegitimar el régimen anterior.

Esta amnistía que se pretende hoy en día no me parece justa, moralmente, por sus pretendidos efectos, pero tampoco legítima. La representación democrática no es un cheque en blanco. Dudo mucho que una gran parte de los votantes del PSOE lo hubieran hecho de no habérseles ocultado esa intención. Es más, no sólo se les ocultó, sino que, además, se les dijo claramente que era algo con lo que se estaba en contra radicalmente.

La primera vez que tuve edad para votar lo hice en el referéndum de la OTAN. Fue precisamente la presión de la opinión pública y el cambio de opinión de Felipe González y el PSOE sobre la conveniencia de la permanencia en la organización militar la que condujo al referéndum de 1986. Pues bien, ¿por qué no hace lo mismo Sánchez y con la legitimidad que le han dado los resultados electorales somete a referéndum consultivo (artc. 92.1 C.E.) la decisión de tramitar una ley de amnistía por lo hechos del “procés”?

El artículo 92.1 dispone que las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos. ¿No se argumenta ahora que hay que darle al “problema” una solución política?  

Ello, políticamente al menos, le otorgaría legitimidad, al margen de las oportunas interpretaciones judiciales que deberán llegar vía los tribunales de justicia y las consideraciones morales que libremente seguiremos teniendo cada españolito mientras nos dejen.

Ello, estoy seguro, nos traería una sensación de aire puro, frescura y libertad como la que debieron sentir los españoles, ahora hace 90 años.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Las palabras importan

Foto Diario AS

Termina el año con bastante gresca y poca cordialidad en el panorama público español. Una vez más, las palabras han sido las protagonistas, pues, no en vano, siguen siendo la principal herramienta (no la única) de comunicación entre los, teóricamente, cuerdos de este `planeta. Ésas que bien elegidas, ordenadas y expuestas debieran expresar ideas, emociones y sentimientos.

Si este pequeño espacio donde comparto contigo algunas reflexiones lleva el nombre de “obrador de palabras” es por el inmenso respeto que las tengo y por mi afán de contagiar el mismo respeto y cariño que siento por ellas, como la forma más efectiva y eficaz de comunicarnos entre las personas.

Confieso mi desánimo pues, lejos de servir para la búsqueda del diálogo, el encuentro o la información, sigo percibiendo demasiados episodios donde vuelve a servir para todo lo contrario tras su uso retorcido, maliciosamente sesgado o abandonado a su suerte.

En los últimos quince días, por ejemplo, me he encontrado con titulares de medios de comunicación serios que, para informar del asesinato de dos niñas a manos de su madre, han usado, en mi opinión, las palabras a su mera conveniencia dejando de lado cualquier atisbo de ética informativa. Frases como “mueren dos niñas y su madre en Quintanar del Rey”, “Mueren tiroteadas una mujer y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia Civil de…” o “Mueren a tiros una madre y sus dos hijas en el cuartel de la Guardia Civil…”, personalmente, me avergüenzan y me cabrean porque claramente manipulan la percepción del público.

Ante la acción del Tribunal Constitucional español, fruto de un recurso de amparo, he escuchado (o leído) la pasada semana, en boca de políticos y periodistas, frases como “magistrados asaltan el poder legislativo”, “un poder judicial sin legitimidad democrática ha dado un golpe al poder legislativo”, “golpe de estado”, “golpismo judicial” o “el Tribunal Constitucional ha consumado su ataque a la democracia”. Sinceramente, me parece de una irresponsabilidad gravísima que no ayuda a sosegar la tensionada sociedad española.

Por último, el discurso de S.M. el Rey. Alabado y criticado de forma exagerada por unos y por otros. ¿El mejor discurso del Rey?, no en mi opinión. Siempre bien construido aunque no siempre bien leído. Abordó tres cuestiones que son un auténtico problema de convivencia en la actualidad pero, sinceramente, pienso que le faltó una postura de autoridad apareciendo prácticamente arrellanado en una silla con un par de “tallas” más pequeñas; parco en su gestualidad con las manos y sin enfatizar lo importante; distante de un espectador que le sigue atentamente evitando, en demasiadas ocasiones, el contacto visual directo sin mirar a la cámara; en un espacio demasiado abierto que, a veces lo hacía aparecer desangelado; poco natural con algunos ademanes y expresiones lo que hace perder credibilidad.

En fin, que me invade la tristeza por ver cómo se retuercen las palabras para conseguir titulares sesgados, por escuchar cómo no se les otorga la importancia que tienen, usándolas a la ligera y por comprobar que, cuando más falta hace, no se las acompaña de sus aliados indispensables, el lenguaje paralingüístico y el lenguaje no verbal.

Espero que el próximo año, la concordia, el legítimo debate y la objetividad informativa se conviertan en valores absolutos a respetar por todos los españoles y seguro que así cuidaremos algo más el uso de la palabra. (¿O debería plantearlo al revés?).

 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Moriyasu: el triunfo de la estrategia

Mucho hablamos hoy de la catastrófica, y casi irreparable, actuación de la selección española de fútbol ante el combinado de los “samuráis azules”, los hijos del imperio del sol naciente. Sn embargo, salvo contadas excepciones, nadie se ha parado en quien, para mí, ayer, fue el auténtico protagonista del encuentro futbolístico celebrado en la capital Qatarí. Ése no es otro que Hajime Moriyasu, el elegante seleccionador del combinado japonés.

En mi opinión, Moriyasu encarnó ayer a la perfección la figura del “último samurai”. Combinó, como nadie, las mejores enseñanzas del Bushido (código de honor medieval de los samuráis), con uno de los principios básicos redactados hace más de 2.000 años en El Arte de la Guerra (del general chino Sun Tzú). En definitiva, supo aunar, como líder de ese grupo de hombres, una misión, una visión, unos valores, unos objetivos, unas herramientas y una dirección que le llevaron al éxito. Simple y llanamente trabajó y obtuvo resultados fruto de una estrategia.

Siempre he tratado (y trato) de transmitir a mis entornos próximos, sean estos personales o laborales, la importancia de la estrategia, su utilidad y su necesidad, su eficiencia y su eficacia aún en el caso de que, por último, las cosas no salgan bien. El caso es que la experiencia nos dice que, casi siempre sale bien; sobre todo si aquél a quien nos enfrentamos no la tiene.

Estoy seguro que Moriyasu conoce perfectamente las dos frases que a continuación transcribo:

“Una vez el guerrero está preparado para el hecho de morir, vive su vida sin la preocupación de morir, y escoge sus decisiones basado en un principio, no en el miedo”

“Debemos fingir debilidad para que el enemigo se pierda en la arrogancia”

La primera de las frases aparece como uno de los principios fundamentales del Bushido. La segunda está tomada de una de las enseñanzas transcritas en El Arte de la Guerra. Con esta estrategia el líder de los “samuráis azules” supo aguantar una primera parte del encuentro para llevar a las profundidades de su propia arrogancia a nuestros seleccionados en la segunda parte del partido y, así, conseguir, no sólo la victoria, sino un hito histórico en la vida del imperio nipón. Una jugada maestra disciplinada, con dominio de los tiempos, sin miedo y despistando al contrario con su aparente debilidad  inicial para una vez confiado el enemigo asestarle el golpe mortal. Misión cumplida.

Poco más me queda por añadir que agradecer al mundial de fútbol que, por su culpa, me haya acercado a este blog que he tenido abandonado durante este año muy a mi pesar.

Por lo demás, querido lector, seas padre, hijo, trabajador, empresario, autónomo… o político, la lección es bien sencilla. Aplícate el cuento.

martes, 8 de febrero de 2022

Debate electoral. 7 reflexiones a tener en cuenta.

El segundo de los debates electorales previstos con motivo de las elecciones del próximo 13 de febrero en  Castilla y León, se llevará a cabo mañana miércoles, día 9.  

Como no quiero enojar a un puñado de amigos que me han pedido que realizara una entrada analizando los debates en mi Comunidad y, como tengo intención de no analizar públicamente ninguno de los dos, sí que me atrevo a dejarte unas breves reflexiones que, a mí, me sirven como criterio para evaluar a los candidatos en el debate. Allá van...

Como punto de partida habrá que mantener, siempre, bien asentados los pilares de una comunicación eficaz; lo que yo denomino las tres ces de la comunicación: claridad, credibilidad, corazón. Para ello tendrán que hacer un buen uso de su expresión verbal (incluyendo una buena estructura del discurso, el uso de las figuras retóricas oportunas y un lenguaje sencillo con frases breves y concisas), manejar la comunicación paralingüística (volumen, entonación y silencios que realcen el mensaje que se quiere colocar) y no perder de vista el lenguaje no verbal, tan importante en televisión (gestos, mirada, expresión facial, postura e indumentaria).

Otro factor que nuestros candidatos debieran tener muy en cuenta es el de la naturalidad. Imprescindible, hoy en día, mucho más, teniendo en cuenta las circunstancias habituales en las que un ciudadano estará dispuesto a ver y escuchar el debate (a través de la televisión, tranquilamente en su casa al final del día). Todo lo que nos aleje de la naturalidad nos estará alejando del espectador.


En cuanto a las emociones propias, el objetivo es no dejarse llevar por el inconsciente que nos traiciona, sino ser capaz de ejecutar unas emociones medidas y estudiadas para no dar al traste con la credibilidad y la empatía que necesitamos con el espectador.

Si tienen intención de utilizar recursos visuales (gráficos, recortes de prensa, fotografías etc...), de los que recomiendo no abusar, es muy de agradecer que previamente hayan estado chequeados de cara a que sirvan de ayuda a nuestros argumentos y no se conviertan en elementos de distorsión o distracción.

Decimos en los pueblos, "donde no hay mata no hay patata". De nada le servirá a un candidato manejar recursos, técnicas y relatos si no hay propuestas de futuro. Imprescindibles en un debate electoral. Quien está frente al televisor quiere escuchar lo que le propones para cubrir sus necesidades y solucionar sus problemas.

Si en alguna ocasión participas en un debate, no te olvides de llevar tres argumentos aplastantes contra el adversario, tres reconocimientos del contrario y tres historias personales emotivas que lleguen al corazón del público para usar, al menos, una de cada en los momentos oportunos.

En todo caso, querido lector, sesgos ideológicos al margen, estas notas pueden ayudarte a seguir con otra perspectiva el debate electoral pero no te darán la solución si es que estás indeciso. Para ello, si es el caso, sigue a Cicerón y busca en el debate "la razón más oportuna", ésa que sea la que a ti te convenza.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Lo de Yolanda y Francisco

 

Sin duda que lo de Yolanda Díaz tiene mucho mérito. Tras su visita al Vaticano aún más.

Después de leer este fin de semana a muchos colegas y maestros sobre comunicación política, protocolo e imagen y más allá de detalles en los que podemos estar más o menos de acuerdo, lo que parece evidente es que la izquierda a la izquierda del socialismo tiene un nuevo icono femenino que quiere explotar y exportar.

En línea con las consignas de Sao Paulo o con la estrategia china de combatir a occidente desde el capitalismo, la nueva líder del comunismo español le aporta suavidad, modernidad y hasta dulzura en la indumentaria, los gestos y palabras; hasta en los mensajes, diría yo. Veremos si ello convence a sus huestes y no se le va por un lado lo que quiere ganar por otro. De momento las cámaras, los flases y las tiendas de moda la quieren y está siendo tal éxito que tiene de los nervios a la mismísima ministra Calviño.

Dicho esto, lo que me parece que adquiere otra dimensión es su audiencia “privada” con el Santo Padre. Desde luego es un encuentro sin parangón (que yo recuerde) lo que constituye un acierto y un logro para ella y para quien haya conseguido concertar esa audiencia ya que el refuerzo de su liderazgo es brutal. Creo que es envidiable; a mí, por lo menos, me hubiera gustado participar de esas gestiones como profesional.

Sin embargo, lo que me tiene aún más perplejo es la actitud de Francisco. En lo que hemos podido ver a través de los medios de comunicación se producen dos hechos que son generosos y no casuales por parte del Papa porque no se producen con frecuencia.

Uno es la duración de la audiencia, nada más y nada menos que cuarenta minutos; el otro, para mí el más significativo, la forma en que se produjo: sentados en esquina (de la mesa), propio de la voluntad de acercamiento (y alejamiento del resto) y búsqueda de sintonía entre los interlocutores.


Con todo ello, lo de la emocionada Yolanda Díaz llamando a Francisco Santo Padre, saludándolo en modo “guante” y sonriendo permanentemente sabemos a qué responde. Pero... ¿lo del Papa? ¡Veremos!.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Yo le compraría el coche a Ayuso

Resulta inevitable acercarme a este escaparate personal para dejar mi opinión sobre la entrevista que ayer, 9 de noviembre, realizó Pablo Motos, en su programa “El Hormiguero” a la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Cuestiones ideológicas al margen, lo de Ayuso en “El Hormiguero” estuvo rozando la perfección desde el prisma de la comunicación. Si de comunicación eficaz se trata, Ayuso cumplió y dominó, con creces, lo que yo vengo en denominar las 3 ces de la comunicación: claridad, credibilidad y corazón (emociones).

Comunicación verbal, paralingüística y no verbal al servicio de la comunicación. Y todo ello, ejecutado con la madre de todas las habilidades sociales (¿o no es una habilidad?) que encumbra a los líderes potentes: la naturalidad. Una naturalidad insultante. Una naturalidad no fingida que le hace creíble (Es muy difícil fingir el rubor y Ayuso se ruborizó, al menos en un par de ocasiones). Una naturalidad que al propio Kennedy le hubiera llevado a comprarle su coche usado a diferencia de lo que hubiera hecho, en su momento, con el de su contrincante Nixon.


Su comunicación verbal fue en todo momento fluida, sencilla y comprensible, con frases cortas, sin subordinadas, sin estridencias y sin muletillas. No reusó ni esquivó tema alguno desde el punto de vista del contenido.


La parte de comunicación paralingüística, en mi opinión fue magistral. Tono coloquial sin llegar al compadreo, uso de silencios oportunos que enfatizaban sus mensajes, uso de diferentes tonos en función del tema del que estaba hablando, pero sin perder, nunca, la serenidad y con especial habilidad su uso de la ironía cómplice con el público del plató (y de casa).

En cuanto al aspecto no verbal, desde su entrada a la indumentaria, pasando por un contacto visual permanente con el entrevistador y con el público, la cantidad de registros faciales y el acompañamiento de sus manos, hasta su permanente sonrisa, Ayuso consiguió ser lo que, a día de hoy, la mayoría de ciudadanos buscamos en el líder político: creíble, natural y empático.

Ayuso construyó, en 60 minutos, el relato de una política responsable, que asume el dolor y acompaña en el dolor como parte de sus responsabilidades, que a cambio de votos devuelve preocupación por los problemas y necesidades de las personas, que le interesa más la vida de la gente y el bar de abajo que los despachos, una política sin complejos que dice lo que piensa, que trabaja en equipo y se muestra en libertad y sin ataduras. Tanto que hasta confesó (a sus antiguos compañeros de facultad Trancas y Barrancas) tener un segundo tatuaje.

Y además de todo ello, demostró que, efectivamente, es una apasionada de la música española de los 80 y 90. Difícil hacerlo mejor.