domingo, 25 de octubre de 2015

27' y 42'' de discurso magistral

Me refiero al discurso pronunciado por S.M. El Rey en la entrega de los premios Princesa de Asturias 2015. https://youtu.be/cQWb0pIuyfU?t=433
Quienes me conocen, saben que soy un defensor a ultranza de la confección del discurso bajo los cánones (de los) clásicos. No pienses, amigo lector, que ello significa estar cerrado a innovaciones, reformas o regeneraciones, todo lo contrario; aunque nadie como ellos han puesto las bases de la comunicación efectiva y de la persuasión.  Los grandes discursos de nuestra época siguen hundiendo sus raíces en los esquemas clásicos y es por ello que resultan influyentes en la psicología de aquellos que los escuchan.

Toda intervención pública debería contener una entrada, un cuerpo y un cierre, es decir, un "exordio", una "narratio y confirmatio", y un "epilogus", con el consiguiente desarrollo de cada una de las partes. Y esto, ni más ni menos, es lo que ejecutó a la perfección S.M. El Rey en los Princesa de Asturias de este año.
La entrada del discurso captó perfectamente la benevolencia de los presentes al tiempo que les hizo partícipes de sus palabras desde el inicio. Hablando de emoción (y desde la emoción), utilizando siempre la primera persona del plural ("volvemos..."), haciendo referencia al ser humano, la nación, la concordia y la cultura tejió rápidamente un mensaje de altura de miras que engancha desde el primer momento. El remate de esta entrada, realizando su particular homenaje a Asturias arrancó, como no podía ser de otra forma, una sonora ovación.
El cuerpo del discurso tuvo también una estructura perfecta. Desgranó con hechos y descripciones los méritos de cada uno de los premiados, en un tono emotivo y cercano que nos ratificaba, aún más, en el merecimiento del premio concedido.
El cierre fue magistral. Además de enumerar la importancia para la sociedad de todas y cada una de las disciplinas premiadas, terminó moviendo el ánimo de los asistentes poniendo en el centro del tablero al ser humano y sus derechos, y apelando de manera indiscutible y literaria, con ejemplos demoledores, a la unidad de España ("sigamos construyendo España", "que nadie construya muros con los sentimientos").
Además de la perfección en la estructura, he de decir que el tono y el volumen trasladaron en todo momento cercanía, prudencia, emoción, compromiso y humildad; todo un cóctel que hace imposible que un discurso pase desapercibido. Particularmente importante fue también el guiño cariñoso hacia Cuba y cómo fue colocando en su relato los mensajes fuerza de futuro, desarrollo, prosperidad y nación.
En cuanto a la expresión corporal cabe decir que fue muy correcta y que, además, conforme pasa el tiempo va mejorando sustancialmente. Parece que aún no está demasiado acostumbrado al autocue, aunque sus movimientos y miradas alcanzan todo el auditorio. Los gestos del rostro, cada vez se afianzan más y la sonrisa y la mirada conjugan perfectamente cuando habla desde el corazón. Es una pena que por el diseño del atril y la realización de televisión, no hayamos podido disfrutar de ese otro lenguaje principal que acompaña siempre a un buen orador y que es el movimiento de sus manos (técnica que cada vez domina mejor nuestro Rey).
En fin, que pocas pegas se le pueden poner al que es, en mi opinión, el mejor discurso pronunciado por una personalidad española en los últimos tiempos: claro, creíble y con corazón. (Si acaso, esa corbata, color azul Asturias, permanentemente torcida que me ponía nervioso, sobre todo en los planos abiertos que ofrecía TVE.)
Ah, y una pregunta a los expertos en protocolo: escuché a la señora de la voz en off anunciar la entrada en el teatro de Sus Majestades los Reyes de España. ¿No habría sido lo correcto, Sus Majestades los Reyes?.

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