Sí, ya sé que es probable que nadie esté de acuerdo. Entre otras cosas porque lo que está de moda es desear que se termine con la representación parlamentaria en forma de dos fuerzas mayoritarias acompañadas de un pequeño grupo de partidos menos representativos y las fuerzas territoriales. Veremos, caso de producirse, si resulta bueno para nuestra Nación (recordemos que los países de nuestro entorno próximo siguen manteniendo su estabilidad gracias a la presencia de dos grandes fuerzas políticas).
Pero hoy, de lo que se trata es de "opinar" sobre el debate llevado a cabo anoche en atresmedia. Así que a ello voy.
La verdad es que se montaron un buen show business a costa de aparecer como los adalides de la pureza democrática y la libertad de expresión. Sí, lo digo con desdén, porque me parece injusto y sectario montar un debate bajo apariencia de pluralidad cuando no están, ni siquiera, todos los que tienen representación parlamentaria en estos momentos: ¿dónde estaban IU y UPyD? ¿Estos son los modos de la nueva política?.
Una de las grandes polémicas previas fue la ausencia de Rajoy. A mi juicio, creo que hizo muy bien el señor Rajoy en no acudir, mucho más cuando fue sustituido por una más que digna Soraya Sáez de Santamaría. Acudir, hubiera sido un error de principiante. ¿Alguien piensa que no ir le ha restado votos al PP ante semejante debate? Más bien al contrario; su ausencia evitó que nos tragáramos dos horas de ataques permanentes y furibundos a la persona que han convertido en icono de la maldad política.
En cuanto a la escenificación del debate, todos acudían con la lección bien aprendida, con sus mensajes definidos, su estética cuidada de cara a su público y su batería de ataques a quienes consideran sus más directos adversarios. Debo decir, en este punto, que Sánchez me pareció el más correcto en cuanto a la vestimenta. Si pretendían empatizar con el mayor número de personas el que mejor lo consiguió fue Pedro Sánchez con americana, pantalón y corbata de color corporativo. Bien Soraya por su discreción y neutralidad. Iglesias en su línea desarreglada hasta el último detalle para contentar a los suyos. Y me sorprendió Rivera con su aspecto excesivamente serio, de traje y corbata, que no sé yo si era el mejor atuendo para acercarse a la gran masa de centro que quiere conquistar con su cara de niño bueno.
Todos intentaron mantener un relato a lo largo del debate. Desgraciadamente el mismo relato que ya conocemos: economía para ganar el bienestar, un partido histórico que ha hecho historia, lo nuevo frente a lo viejo y, yo no soy casta porque me levanto a las seis de la mañana.
Algunas cosas que me resultaron curiosas.
Las emociones a través de los rasgos faciales estuvieron controladas durante la mayoría del tiempo. Sánchez mantuvo sus rasgos de felicidad a la cámara (incluso ante los ataques irónicos de Iglesias) y supo cambiar al registro de enfado en materias de su interés, por ejemplo, cuando habló de corrupción. Su tono de voz y su ritmo acompañaron perfectamente su rostro y sus mensajes, al igual que su movimiento corporal. Eso sí, demasiadas huidas a los papeles.
Soraya que mantuvo un control y dominio de sus rasgos faciales casi perfecto (trasladando lo que ella quería trasladar) durante todo el debate, sin embargo perdió en varias ocasiones la mirada en su minuto final, lo que restó credibilidad y conexión a sus mensajes con el público. No entiendo tampoco su posición de brazos caídos mientras hablaban los adversarios, trasladando demasiada indiferencia hacia su interlocutor. El gran momento de Soraya lo tuvo al hablar de la violencia machista; su entonación, la mirada, sus manos y, sobre todo, cómo recogió a sus tres adversarios en su favor, plasmaron lo que, para mí fue lo mejor del debate en cuanto a técnica se refiere (no olvidemos que se hablaba de un asunto que quieren monopolizar, precisamente, los partidos de izquierda)
Lo de Rivera y sus movimientos al estilo entrenador de fútbol en la banda, la verdad que no lo entiendo. Ese nerviosismo le resta seguridad y credibilidad al mensaje. Si a eso le sumamos sus continuos toques al botón de la chaqueta, nos encontramos con un candidato que dice muy bien lo que dice, pero con mucha inseguridad.
Tampoco controló demasiado su expresión facial. Pienso que había demasiado enfado en su rostro en demasiadas ocasiones, alejando la atracción que en estos momentos recae sobre él. Pero, sin duda, lo que más me sorprendió fue su ritmo acelerado, sobre todo al inicio del debate. Se olvidó Rivera que no estaba en un mítin; los que le escuchábamos estábamos en el sofá, tranquilamente, y ese ritmo nos desconcierta.
Iglesias, que de esto es el que más sabe (también Errejón) no se salió de su guión en ningún momento. Su estética cuidada al milímetro, su rostro mesiánico, su relato de los parias de la tierra y su entonación entre la épica y el púlpito, cumplieron a la perfección el objetivo: no perder un voto más. Eso sí, fue el único que se atrevió a dar un paso más en el lenguaje gestual, llevándose el puño al corazón al terminar su última intervención. Y algo que no termino de entender: ¿tanta inseguridad tiene este hombre que tiene que aparecer siempre con un bolígrafo entre las manos?
En definitiva, las técnicas clásicas, las mismas intenciones, los mismos mensajes... Nada nuevo, nada viejo: esto es política. Por eso creo que ganó el bipartidismo. ¿O quien ganó fue Atresmedia?
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