Como sabéis, no soy politólogo. Lo mío es la consultoría de comunicación (política y empresarial) y los entrenamientos de oratoria. Pero, lo cierto, es que se me hace muy difícil no aprovechar este espacio para hablar de las primarias, aunque sea como un ciudadano de a pie.
Mucho se ha escrito (y se seguirá escribiendo) sobre las "primarias" ese sistema de designación de líderes y candidatos que, como dijo en su día la hoy derrotada Susana Díaz, ha llegado para quedarse.
El nuevo tiempo político se mueve, como el resto de valores sociales, culturales, morales y religiosos, en esa resaca que nos ha dejado la marea del relativismo que lleva inundando occidente desde hace décadas; para entendernos, lo que se denomina "políticamente correcto".
No pretendo analizar las ventajas y desventajas de este sistema. Ya han escrito muchos colegas sobre ello. Simplemente quiero dejaros mi reflexión y mi opinión (si os interesa) sobre estas primarias que creo están desdibujadas desde que volvieron en etapa democrática. Un viejo profesor de Derecho Administrativo, Gaspar Ariño, nos decía que no había problema en copiar, siempre que copiáramos a los mejores...
No me gustan las primarias. No creo, sinceramente, que democraticen la vida de los partidos políticos. ¿Acaso las diferentes familias, aparatos o corrientes en ellos no ponen en marcha sus maquinarias (triquiñuelas censales incluidas) de tal forma que esa pretendida apertura democrática queda capitidisminuida?.
No me gustan las primarias porque generan heridas en las bases, en el núcleo sustancial, muy difíciles de suturar porque vienen producidas por las refriegas y enfrentamientos que, en ocasiones, se producen bajo el fuego cruzado de deslealtades, enfrentamientos personales y guerrillas (juego sucio).
No me gustan las primarias porque mientras no se adecuen las estructuras internas de los partidos y se rectifiquen los sistemas de elección (aunque sean primarias) asistiremos a épocas de "cesarismo" como advirtió Felipe González. Líderes omnipotentes con los que perderemos el debate de las ideas para centrarnos en proyectos personalistas.
No me gustan las primarias porque no estoy de acuerdo en convertirlas en paradigma más democrático que otros sistemas de participación.
Es verdad, han venido para quedarse. De acuerdo. Pero los partidos políticos deberían avanzar rápidamente en las reformas de algo mal copiado. De momento, las primarias no ayudan a reconocer la pluralidad en torno a modelos e ideas dentro de la misma organización (el que gana se queda con toda la pieza). Si no lo hacen, eso sí, seguiremos en lo "políticamente correcto" pero como en otras tantas cosas, llevados por una gran mentira.
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