domingo, 4 de junio de 2017

Relatos imperantes

Hoy tenía intención de escribir sobre la elocuencia, una de las habilidades personales de necesario desarrollo para aumentar la eficacia de nuestra comunicación. Pero mejor en otra ocasión, porque lo ocurrido la noche del sábado me ha obligado a compartir con vosotros un par de reflexiones. Ideas que tienen que ver con el relato social que, parece, quiere imponerse.
Por si no nos queremos dar cuenta de que estamos ante un tiempo nuevo, ya se ocupan de recordárnoslo trágicamente cada poco los terroristas que matan en nombre de Alá.
En casa, el nuevo tiempo, al parecer, es que también el Madrid prescinda de símbolos patrios en sus celebraciones (no me creo que sea casual).
El nuevo tiempo parece que implica un relato en la comunicación pública que no nos debiera ser desconocido si repasáramos la historia.
Reducir al máximo las expresiones y los símbolos comunes, citando de perfil conceptos rotundos como España o Nación y movernos más en correcciones como "estado" sin ninguna exhibición simbólica que pueda ofender a nuestros vecinos, nos dirigen irremediablemente a la convivencia bajo el yugo de lo políticamente correcto, dirigido, eso sí, por manos cesaristas que mecen cunas de nuevos totalitarismos disfrazados de falsas democracias. Serán nuevos tiempos pero no son nuevas situaciones.
Lo advirtió en 2004 el Pontífice Juan Pablo II: "Europa no solamente no debe eliminar sus raíces cristianas, sino que debe redescribirlas. Estas raíces cristianas darán respuesta a los desafíos del tercer milenio: paz, diálogo intercultural e interreligioso, protección de la Creación".
Sin embargo el relato impuesto no acompaña; ni con las políticas públicas, ni con las políticas informativas, ni siquiera a la hora de condenar por parte de algunos dirigentes de forma contundente los execrables actos de terrorismo.
Aquí ya sabemos lo que pasa.
Todo lo que sea horadar, minimizar y arrinconar la cultura milenaria que ha construido Europa es espacio que ofrecemos gratuitamente a la "nueva invasión islámica",
El buenismo sin control ayudará a la aspiración de esta nueva invasión que ora comete un atentado en el corazón de Londres, ora oblliga a retirar la cruz de la corona del escudo del Real Madrid.
Si permitimos que el relato dominante siga siendo el que nos desprovee de identidad, nuestros nietos rezarán en sótanos y el escudo del Madrid lucirá una coqueta media luna. Al tiempo.

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