Parece obligado escribir en este espacio sobre los dos debates a los que hemos podido asistir en estos dos últimos días entre los candidatos a presidente de gobierno de España.
Procuraré no hacer ningún análisis político. Todos tienen sus propuestas (o no). Y me limitaré a comentar asuntos relacionados con la comunicación. (lo digo por si quieres dejar tu lectura aquí).
La primera pregunta que me planteo es si los debates sirven para algo. Parece que no, siempre y cuando no cometas algún error grave. En segundo lugar, ¿ha contribuido a la salud democrática, aparte de darnos mucho juego, un debate en el que hay un ausente principal que, seguramente, tendrá mucho que decir en la solución del próximo gobierno? Parece que no. En todo caso, personalmente, pienso que son buenos y necesarios. Deberían ser obligatorios.
De todos es conocido que lo que ocurre en un debate está pensado al milímetro. Desde el vestuario a la actitud, pasando por las frases y mensajes fuerza o, por supuesto, el lenguaje gestual, debería estar perfectamente diseñado y ensayado.
Siendo un debate televisado, es evidente que el lenguaje no verbal y las "llamadas de atención" adquieren máxima importancia.
Siendo un "doble" debate en días consecutivos, parece que lo lógico es prepararlo pensando en el conjunto.
Siendo un debate para persuadir a demasiados millones de españoles indecisos, cobran importancia la credibilidad, la coherencia y, sobremanera, las emociones.
A partir de aquí, juzgad vosotros mismos.
Sánchez: en presidente, defendiendo su gestión y avisando del peligro de las 3 derechas. Con dominio del lenguaje gestual, aprovechando su envergadura y utilizando a la perfección las entonaciones de su voz y la expresión facial. Mensaje contundente: justicia social.
Iglesias: indumentaria al uso para su público y lenguaje gestual correcto. En el primer debate se deshizo pronto del bolígrafo entre los dedos pero mantuvo mucho tiempo su mano izquierda inmóvil y oculta, lo que le hacía perder fuerza en su mensaje. Magistral en el segundo, por su indumentaria, por separarse hábilmente del "circo" de encontronazos e interrupciones y por la contundencia de sus propuestas; tanto que resultaban creíbles. Volvió por el camino de las emociones, cual mesías, exigiendo respeto para la audiencia y erigiéndose en la voz de los deseos de la gente. Terminó con el "sí se puede" del 15-M.
Casado: aunque la sonrisa sea uno de los principales ingredientes de la comunicación eficaz, mantenerla permanentemente, incluso cuando te acorralan, no ayuda a ganar credibilidad (el momento en que prácticamente se abalanza Sánchez sobre él hablando de las mujeres, resultó demoledor). La expresión facial en televisión es importante, y Casado no la supo interpretar en el primer debate, tanto es así que trasladaba con su leve sonrisa, falta de coherencia. Mejoró bastante en el segundo, también con su lenguaje gestual. Hizo un buen uso de los recursos gráficos y realizó un minuto de oro mucho más eficaz que el del primer debate.
Rivera: magistral en el primer debate. Lenguaje gestual, expresión facial permanente, uso de recursos para llamar la atención, minuto final épico aprovechando la música que sabía iba a tener de fondo y, sobre todo, la actitud que le hizo posicionarse como principal adversario de Sánchez en el debate. Prácticamente su único error fue que su corbata producía reflejos. En el segundo le sobró su propio nerviosismo y las constantes interrupciones provocadas por indicación de su asesor. Creo que se pasó de frenada. Sin embargo colocó un minuto final soberbio, apelando a las emociones, contándonos una historia, su propia historia, que remató en sus declaraciones a la salida del debate, dedicándole esas palabras a sus padres y a su familia. Otro de sus aciertos fue el contacto visual (con el espectador); mirando permanentemente a cámara para trasladar directamente los mensajes fuerza a quien de verdad le interesaba, el espectador.
Pensar en quien ha ganado los debates no sirve de mucho, puesto que, no siempre quien gana los debates gana las elecciones. Además, dependiendo de las expectativas de cada uno de ellos y de las nuestras, el vencedor puede ser diferente.
Estoy seguro que Sánchez se considera vencedor porque no ha perdido por K.O. Casado se considerará vencedor porque después de haber perdido una oportunidad de oro en el primer debate, en el segundo remontó claramente. Rivera pensará que ha sido el vencedor llevado por la euforia de su clara victoria en el primero y porque es, a mi juicio, el que mejor ha manejado las herramientas de la comunicación y la persuasión. También Iglesias pensará que ha sido ganador porque en el segundo debate, a sabiendas de la previsible bronca, preparó milimétricamente su actitud sosegada e institucional; tanto que se enfundó un jersey de chico bueno cargado de simbolismo (por la marca).
En todo caso, recordad, cuando la razón y la emoción entran en conflicto, suele ganar la emoción.
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