Claridad, credibilidad y corazón son los objetivos que hay que perseguir cuando alguien se dirige a otro. Podríamos decir que son la base de todo buen comunicador.
En función de su público objetivo y de sus intereses políticos, nuestros "líderes", mejor dicho, nuestros representantes políticos, han cargado la suerte en uno u otros objetivos.
Al margen de estrategias políticas, situaciones personales insólitas, altura de miras e intereses generales, tenemos la suerte de que ya se ha producido el desbloqueo institucional que ha atenazado el presente y el futuro de la Nación durante más de 300 días.
Y todos han concurrido en la parrilla de salida dispuestos a correr su particular carrera. Unos apurarán la frenada, otros abrirán gas al máximo en la recta de tribuna y otros se verán obligados a tumbarse en las curvas a riesgo de caer al suelo. Todo ello con el legítimo objetivo de ganar la carrera y complacer a su público.
Por desgracia, también participarán en esta carrera tramposos que sólo pretenden que sus competidores dén con sus huesos en el asfalto, o mucho peor, que se anule la competición para generar desconcierto y enfado en el espectador que pagó su entrada.
¡OJO con las trampas!. Fiar exclusivamente el mensaje, en estos tiempos, a lo puramente emocional conduce, sin duda, a estados de psicología colectiva alejados de la realidad y exentos de responsabilidad en un momento que no sería bueno para los intereses de España y de los españoles.
Por otro lado, siempre he pensado que no se inyectan mayores dosis de emoción a un mensaje que cuando, DE VERDAD,
creemos firmemente en lo que decimos.
Sería deseable que se dedicaran esfuerzos por parte de las escuderías constitucionalistas al QUÉ, CÓMO, QUIÉN, DÓNDE, POR QUÉ Y PARA QUIÉN; con mucha humildad, eso sí. Siempre desde la humildad.
Si además son capaces de emocionarnos, mucho mejor. Y a los tramposos, aunque tengan parte del público a su favor, aplicación estricta del reglamento de la competición. Quizá sea motivo inicial para que comiencen a perder seguidores.
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