Aprovecho la calma del mes de agosto para escribir sobre un
asunto que tiene muchas vinculaciones con la comunicación, pero sobre todo con
mi sentimiento como español. Todavía sigo sin entender por qué, al margen de
los sentimientos, quienes representan las altas
magistraturas del Estado, quienes cumplen la labor de servicio público
de informar y creen en la legalidad vigente, los partidos constitucionales y el
conjunto de los ciudadanos no plantamos cara utilizando los símbolos que aún
nos unen para hacer frente a los que quieren romper una nación, una patria con
vínculos, historia, lengua, cultura y sentimientos, también, comunes cosidos a
lo largo de siglos. No me extraña que “nos ganen”.
Nos ganan, y me duele que no haya un uso masivo de la
bandera de España y que su uso por parte de un español de a pie se vea como
algo extraordinario e innecesario. Ni una sola bandera española (salvo que me
lo haya perdido) en el encuentro entre Rajoy el S.M. El Rey en Marivent.
Nos ganan y me duele que la palabra España se emplee de
manera escasa en la prensa, en la universidad o en la calle. Junto a la escasez
de la utilización de la palabra España podemos unir el abandono en nuestro léxico
del término nación. Hasta los campeonatos nacionales han pasado a ser, para
muchos, campeonatos estatales.
Nos ganan, y me duele que haya niños y niñas haciendo
comentarios de texto de poesías en leonés o estudiando el alto, medio y bajo
Manzanares. Me puedo imaginar entonces a los de Cataluña y País Vasco.
Nos ganan, y me duele que se proteste por la llegada de una
fragata de la Armada española al puerto de Getxo, mucho más cuando la fragata se
llama Blas de Lezo, vasco y español universal.
Nos ganan, y me duele que detrás de un fin elogiable como es
la lucha contra el maltrato animal, se suspendan las corridas de toros porque
son españolas mientras se permiten los carrebous porque mantienen la tradición
catalana.
Nos ganan, y me duele que los jóvenes españoles conozcan
mejor la historia de su comunidad autónoma que la historia de España. Que se denoste
a los Reyes Católicos y se oculte la figura de Bartolomé de las Casas.
En fin, amigos, me pregunto quién maneja la agenda, si
alguien piensa en estas cosas, si definitivamente hemos decidido sucumbir a la
planificación de hegemonía cultural
que siguiendo los planteamientos del comunista italiano Gramsci pretende la
aniquilación y ocultamiento de todo aquello que nos une como nación española.
Lo peor es que no sólo con comunicación se arregla esto.
También hace falta educación. Y desde luego, no es necesario atacar lo vasco,
ni lo gallego, ni lo catalán. Bastaría con poner los asuntos de la España común
en agenda, practicar la “discriminación positiva” con la historia, las
imágenes, la cultura y la lengua que nos une a todos.
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