miércoles, 13 de enero de 2016

España y Cataluña. Comunicación y propaganda.

Podía escribir hoy sobre la imagen (que cada uno la califique como quiera) de una diputada sentándose en su escaño con su bebé (cada vez menos bebé) en vez de dejarlo en la guardería del Congreso durante su jornada laboral (como hacen muchas madres y padres de España). Pero no lo voy a hacer por respeto al menor; la criatura no tiene la culpa.

Escribiré sobre el asunto que, para mí, acecha gravemente sobre el bienestar de los españoles: el nuevo gobierno de Cataluña. Espero no caer en el error de llevarme por mis convicciones políticas (que las tengo) y limitarme a comentarios profesionales sobre lo que está ocurriendo en la comunidad autónoma de Cataluña respecto a su incardinación en el conjunto de España.

Creo firmemente que las batallas dialécticas y mediáticas no se ganan sólo con la aplicación de la legalidad vigente. A la propaganda se le puede hacer frente con buena comunicación. Por eso pienso que, al margen de las acciones legales que tengan que llevar a cabo fiscales, abogados del Estado, tribunales de Justicia y el propio Gobierno de la Nación, también es imprescindible marcar las estrategias de comunicación necesarias para ganar a la propaganda.

Quienes llevan obcecados con romper España en las últimas décadas, desde luego, no se "cortan un pelo" y tienen muy clara su estrategia de propaganda que incluye hasta los más mínimos y pequeños (o no tan pequeños) detalles, siguiendo a rajatabla una serie de principios. A saber:
1.- Enemigo único. Hay que adoptar una sola idea y simbolizar al adversario en un único enemigo. España es el enemigo único a batir.
2.- Contagio. Tengo que reunir a mis adversarios en una sola categoría. Los que defienden la unidad de España están contra Cataluña, anticatalanes.
3.- Transposición. Respondo el ataque con el ataque cargando mis propios errores al adversario. No acato el Constitucional y me declaro republicano, pero recurro al Alto Tribunal buscando amparo y, por supuesto monto en cólera si S.M. El Rey no recibe a la presidenta de mi parlamento (la misma señora que incumple la ley de banderas y tapa el cuadro del Rey en el salón de plenos)
4.- Exageración. Exagero y desfiguro la realidad a mi favor. En este caso desfiguro hechos históricos probados o exagero anécdotas intrascendentes de la historia.
5.- Vulgarización. Por supuesto me dirijo a la masa por lo que el mensaje debe ser facilón y cortito. Cataluña es una nación.
6.- Orquestación. El mismo mensaje repetido y desde diferentes perspectivas aunque seamos los mismos. Ya sabemos... aquello de una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
7.- Renovación. Tengo que lanzar nuevas informaciones y de manera constante para interesar al público antes de que mi adversario responda. España nos roba, apuro los tiempos, Mas se aparta, sorpresa nuevo presidente, no acato la Constitución... y así permanentemente
8.- Verosimilitud. Todo tiene que tener apariencia de creíble, por eso a golpe de talonario subvenciono institutos, cátedras de universidad y fundaciones donde participan ¿"expertos"? que insisten en los mensajes (o dicen que Santa Teresa era catalana)
9.- Silenciación. Por supuesto de nuestros problemas y errores no se habla. Y nuestro aparato mediático acalla cualquier voz discordante. Aquí los ejemplos son múltiples.
10.- Transfusión. Sobre unas ideas preexistentes basadas en odios o prejuicios tradicionales difundimos argumentos que lo aumenten. Cataluña represaliada, Cataluña esquilmada, sólo Cataluña produce...
11.- Unanimidad. Por supuesto el individuo debe creer que piensa como todos los demás. Los catalanes quieren la independencia (con el 48% de los votos, supuestamente).

Por cierto, todos estos principios los desarrolló en la primera mitad del siglo XX un fulano llamado J. Goebbels. Espero que sólo sean éstos los ejemplos que pretenden tomar del sujeto en cuestión.

Pues bien, contra este tipo de propaganda, se puede luchar, con comunicación también. Espero que lo consigan de forma eficaz.


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