Escribo menos de lo que me gustaría sobre protocolo en este espacio. Debería hacerlo más, puesto que el protocolo y el ceremonial constituyen uno de los ámbitos más importantes de la comunicación. Así lo pienso. Aunque lo que viene a continuación es, simplemente, mi opinión.

Parece claro que la indumentaria es una herramienta clave de nuestra comunicación. De la misma manera que reconocemos a un buen comunicador cuando es capaz de cambiar de registro idiomático en función de su público, deberíamos reconocer a un buen comunicador en función del uso de su indumentaria.
La indumentaria, nos guste o no, habla de nosotros. Es lo primero que ve y causa reacción en la persona que nos observa. Si la desatendemos, hemos de ser conscientes de que desatendemos parte de nuestra comunicación.
Es curioso que los que hacen de su indumentaria herramienta prioritaria de su forma de comunicar y presentarse ante el público critiquen las formas que otros conciudadanos adoptan en el vestir. Qué duda cabe que las modas cuentan mucho en todo este ámbito, pero no menos dudoso es el mensaje que algunos quieren lanzar a través de su forma de vestir.
Sería sorprendente que fuéramos recibidos por el responsable de una entidad financiera vestido con un mono de mecánico o que ese mismo mecánico con sus manos llenas de grasa nos recibiera en el taller vestido de traje y corbata.
Lo que me parece hipócrita es que por el hecho de pensar que se está en un ambiente proclive se adopten indumentarias en otros espacios rechazadas y ridiculizadas por estos mismos. Sinceramente, creo que lo hacen para molestar, y eso me parece inadmisible.

Esta hipocresía, este postureo continuo deberían ser reprobados por parte de los ciudadanos que asistimos atónitos a tanto desfile inconsistente, incluido abanico rojo. ¿Lo exhibían para pedir perdón? Seguro que no.
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