domingo, 4 de octubre de 2020

¿Qué queremos: villanos o caballeros?

 

Foto clm24.es
“Gente que nació hace menos de 30 años, furiosa con alguien que murió hace más de 40, que tienen presente una guerra de hace 80 años y se olvida que hace menos de 10 un grupo terrorista asesinaba a personas inocentes”.

No sé quién es el autor de esta frase que me ha llegado a través de las redes, pero, cierto es que me ha hecho pensar, otra vez, en la deriva que nuestro panorama político nacional está alcanzado desde hace varios años.

El caso es que, percepciones, marcos conceptuales, selección de valores, primar lo interesante por encima de lo importante, la ausencia de debate intelectual frente a la obsesión por ganar la batalla de las palabras o la exageración del ser emocional, nos han llevado, quizá sin quererlo, a un terreno de juego que lejos de parecerse a un partido de rugby (“ese deporte de villanos jugado por caballeros”), parece, cada vez más, un encuentro de fútbol (“ese deporte de caballeros jugado por villanos”).

Con el único afán de llevarte a unos minutos de reflexión, te dejo algunos de los principios de la comunicación política que manejaron nacionalsocialistas, leninistas y estalinistas, gramscianos o seguidores del Foro de Sao Paulo. Si encuentras referentes actuales, intenta reaccionar. Posiblemente, tu reacción, se convierta en una ayuda inestimable para salvar nuestro actual sistema de libertades:  

“Debemos apoyar con las luchas callejeras demandas que no tienen ninguna posibilidad de resultados. Lo principal es la propaganda y la agitación social en todos los estratos sociales. Hay que estar en contra de la libertad de crítica. Tomen la educación y la cultura y el resto se dará por añadidura. La conquista del poder cultural se logra a través de intelectuales orgánicos infiltrados en medios de comunicación, expresión y universitarios. Divida a la población en grupos antagónicos incitando a la discusión sobre asuntos sociales. Asuma el poder sin ningún escrúpulo. Individualice al adversario en un único enemigo. Responda al ataque con el ataque y si no puede negar las malas noticias, invente otras que distraigan. Convierta cualquier anécdota en amenaza grave. Recuerde que la masa tiene gran facilidad para olvidar. Emita constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Difunda argumentos que estén arraigados en actitudes primitivas. Cree impresión de unanimidad, que todo el mundo piensa igual, para aislar al adversario. Contraprograme al adversario con los medios de comunicación afines...”

Recuerda, como dijo Cicerón, “la historia es genuina testigo del tiempo”. Quizás a muchos no interese recordarla o prefieran inventarla para seguir perpetrando sus objetivos.