domingo, 8 de octubre de 2017

6 minutos son suficientes

De todo lo visto y oído en los últimos días, me quedo para traer a este rincón de opinión, con el mensaje de S.M. El Rey Felipe VI dirigido a la Nación el pasado martes día 3 de octubre.
Permanentemente insisto a quienes asisten a mis entrenamientos, que 10 minutos deben ser suficientes para dejar claros nuestros mensajes en una reunión, en una mesa de negociación o en una rueda de prensa. A partir de esta semana hablaré de 6.
Seis minutos fueron suficientes para S.M. El Rey. Seis minutos para explicar nítida y contundentemente lo que como jefe del Estado quiere de las instituciones y de los españoles. Seis minutos para tranquilizar la conciencia colectiva y los espíritus individuales de quienes desean que el orden constitucional se mantenga en nuestra Nación.
Como siempre (y en mi humilde opinión) intentaré ceñirme a un análisis técnico desde la perspectiva de la comunicación.
Desde el punto de vista de la estructura de su discurso: impecable. La excepcionalidad de su intervención y la situación que vive España con el asunto de Cataluña no hacía necesaria una captación de la atención de quien estaba al otro lado de la televisión o radio. En todo caso no deja pasar la oportunidad alertando de la gravedad (4”). Esta misma referencia hace partícipe al oyente de cuál es el motivo fundamental de su intervención.
A continuación narra y describe los hechos (13”) acaecidos durante las últimas semanas para enmarcar de una manera perfecta cuál es el escenario ante el que nos encontramos.
Una vez llevada a cabo la narración, se dispone a confirmar rotundamente sus posiciones desgranando sus propuestas y sus argumentos, (2’ 37”) además de desmontar los de quienes están en proceso de golpe de estado a la democracia española.
Por último (5’ 31”) se despide remarcando los mensajes fundamentales que quiere trasladar al pueblo español y remata trasladando emoción a quien le escucha ofreciendo su entrega personal al entendimiento y la concordia.
El uso de frases cortas y sencillas, de lenguaje conciso y claro, sin abuso de recursos retóricos, junto con una dicción clara, otorgan al discurso, desde el punto de vista verbal, una mayor profundidad y seriedad exigibles a ese momento. En resumen también impecable.
Si analizamos el lenguaje paralingüístico, nos encontramos con un ritmo pausado, cambios de entonación adecuados a “momento enfado”, “momento convicción” y “momento emoción” (por ejemplo a la hora de describir la deslealtad de las instituciones catalanas, sus palabras expresas a los catalanes o sus referencias a la unidad de España). El volumen ha sido el adecuado para que no pareciera que le estaba hablando al “cuello de la camisa”. Sus silencios a lo largo de la intervención han conseguido no hacer perder la atención ni un solo segundo y centrarla en los diferentes mensajes. Es decir: impecable.
En cuanto a su lenguaje no verbal, es evidente que nuestro Monarca progresa a pasos agigantados. Convirtió en protagonista la herramienta que un ser humano (sin limitaciones físicas) posee: sus manos. Especialmente expresivas en los momentos importantes, manejando casi a la perfección cada instante, nos descubrió el repertorio básico de lenguaje gestual. Manos abiertas, manos mostrando el camino, manos enumerando, manos acotando, manos advirtiendo, puños reafirmando…
Su expresión facial, a pesar de la barba, también trabajó y nos mostró su enfado, su tristeza, incluso su rabia. La mirada fija en la cámara acompañó también sus mensajes, especialmente esos momentos emotivos donde quiso llegar al corazón de los españoles transmitiéndoles tranquilidad y confianza. Por cierto, me parece un gran acierto la realización. Que sólo se dirigiera a una cámara fija en todo momento, sin cambios de plano, sin zoom etc., mantiene la atención del público y concede al momento profundidad, seriedad y trascendencia.
La indumentaria elegida no pudo ser más correcta para la ocasión. Seriedad  y firmeza en la elección del traje negro. Trabajo y esfuerzo, poder y lealtad en la elección de la camisa blanca. Pasión y vitalidad, “marca España” y, sobre todo, el color identificativo de su estandarte, en esa corbata granate.
Finalmente, la puesta en escena sobria, sin demasiados elementos que distrajeran la atención más allá de unos papeles y su ordenador personal, centran la imagen en lo importante: la figura del Monarca. Un acierto la colocación de las banderas a su lado izquierdo, para que de esa forma, manteniendo el protocolo, quedara visible nuestra bandera nacional (de no haberlo hecho así, hubiera adquirido mayor protagonismo la europea). Y por ponerle un pero…, mejor haber colocado un sillón fijo para evitar de manera total los pequeños movimientos que se generan de forma inconsciente cuando estamos sentados en un asiento giratorio.

No sé lo que ocurrirá en adelante ni a qué retos nos tendremos que enfrentar para que España no se rompa pero, sinceramente, creo que Felipe VI ha hecho bien su trabajo, muy bien; e insisto, 6 minutos son suficientes.