domingo, 21 de mayo de 2017

No me gustan las "primarias"

Como sabéis, no soy politólogo. Lo mío es la consultoría de comunicación (política y empresarial) y los entrenamientos de oratoria. Pero, lo cierto, es que se me hace muy difícil no aprovechar este espacio para hablar de las primarias, aunque sea como un ciudadano de a pie
Mucho se ha escrito (y se seguirá escribiendo) sobre las "primarias" ese sistema de designación de líderes y candidatos que, como dijo en su día la hoy derrotada Susana Díaz, ha llegado para quedarse.
El nuevo tiempo político se mueve, como el resto de valores sociales, culturales, morales y religiosos, en esa resaca que nos ha dejado la marea del relativismo que lleva inundando occidente desde hace décadas; para entendernos, lo que se denomina "políticamente correcto".
No pretendo analizar las ventajas y desventajas de este sistema. Ya han escrito muchos colegas sobre ello. Simplemente quiero dejaros mi reflexión y mi opinión (si os interesa) sobre estas primarias que creo están desdibujadas desde que volvieron en etapa democrática. Un viejo profesor de Derecho Administrativo, Gaspar Ariño, nos decía que no había problema en copiar, siempre que copiáramos a los mejores...

No me gustan las primarias. No creo, sinceramente, que democraticen la vida de los partidos políticos. ¿Acaso las diferentes familias, aparatos o corrientes en ellos no ponen en marcha sus maquinarias (triquiñuelas censales incluidas) de tal forma que esa pretendida apertura democrática queda capitidisminuida?.

No me gustan las primarias porque generan heridas en las bases, en el núcleo sustancial, muy difíciles de suturar porque vienen producidas por las refriegas y enfrentamientos que, en ocasiones, se producen bajo el fuego cruzado de deslealtades, enfrentamientos personales y guerrillas (juego sucio).

No me gustan las primarias porque mientras no se adecuen las estructuras internas de los partidos y se rectifiquen los sistemas de elección (aunque sean primarias) asistiremos a épocas de "cesarismo" como advirtió Felipe González. Líderes omnipotentes con los que perderemos el debate de las ideas para centrarnos en proyectos personalistas.

No me gustan las primarias porque no estoy de acuerdo en convertirlas en paradigma más democrático que otros sistemas de participación.

Es verdad, han venido para quedarse. De acuerdo. Pero los partidos políticos deberían avanzar rápidamente en las reformas de algo mal copiado. De momento, las primarias no ayudan a reconocer la pluralidad en torno a modelos e ideas dentro de la misma organización (el que gana se queda con toda la pieza). Si no lo hacen, eso sí, seguiremos en lo "políticamente correcto" pero como en otras tantas cosas, llevados por una gran mentira. 

martes, 9 de mayo de 2017

Los silencios

Llevo queriendo escribir desde hace tres semanas sobre el silencio y no lo he conseguido hasta hoy por diferentes motivos. Justo terminada, y vivida, la Semana Santa en mi ciudad me dí cuenta que tenía que escribir sobre los silencios por la importancia que tienen. De eso te das cuenta acompañando a las procesiones de Valladolid o escuchando alguna de las intervenciones de Obama o del Papa Francisco.

Hablo de la importancia del silencio, o los silencios. desde un punto de vista práctico en la comunicación eficaz y persuasiva, aunque sea inevitable recordar las palabras del porteño Borges que decía aquello de "no hables a menos que puedas mejorar el silencio".

El silencio (los silencios), como en las composiciones musicales, constituyen una herramienta fundamental de la comunicación. Da igual que hablemos de la comunicación pública, corporativa, o de la comunicación personal. Siempre tenemos que tener en cuenta el silencio, los silencios.

En la comunicación pública, incluso en situaciones de crisis, hay que valorar la oportunidad de callar. Al menos hasta que no se tenga claro qué decir y qué poder contar. Aún a riesgo de que por guardar silencio otro ocupe nuestro espacio hay que valorar nuestros silencios. A veces basta con comunicarlo, es decir, decir que no tenemos nada que decir.
Algunas corporaciones, compañías o gobiernos hubieran agradecido un poco más de silencio y menos precipitación a la hora de afrontar una situación de crisis.

Pero hoy quería centrarme más en el silencio (los silencios) como elemento paralingüístico  y como herramienta en la práctica de la oratoria en la comunicación personal.
El uso del silencio aumenta exponencialmente la eficacia de nuestra comunicación si es utilizado con habilidad y en los momentos oportunos.
El silencio es el mayor aliado para centrar la atención del auditorio. Por ejemplo, un silencio tras el saludo inicial es la mejor llamada de atención ante cualquier tipo de auditorio para comenzar a trasladar nuestro mensaje. Un silencio nos ayudará a recuperar la atención de quienes nos lleven escuchando unos minutos y probablemente estén a punto de desconectar.
El silencio, de apenas un par de segundos, ayudará a quien nos escucha a no abandonar el hilo argumental que le estamos ofreciendo.
El silencio también nos ayudará antes y después de marcar nuestros mensajes, aquello que realmente nos interesa que quede en el recuerdo del oyente o espectador. 
El silencio nos ayudará a taladrar la mente del auditorio para que a través de ese agujero penetren las palabras, las ideas que consigan persuadir a quien nos escucha.
Un silencio, incluso, nos ayuda a mantener una buena respiración y a beber un pequeño trago de agua para desterrar cualquier síntoma de nerviosismo escénico.
Como veis, son todo ventajas.

Es agradable comprobar en los entrenamientos la sorpresa de muchos (sobre todo jóvenes) cuando se dan cuenta que parte del tiempo de su intervención ante los demás debe estar compuesta de silencios para conseguir la atención, ganar eficacia o resultar más persuasivos.
Bien administrados, los silencios constituyen una de las claves de las intervenciones exitosas. Como en las composiciones musicales.