domingo, 6 de marzo de 2016

No estamos en 1917

Después del espectáculo visto de la última semana en el Congreso, poco o nada ha variado. Seguimos con más de lo mismo en la batalla por conseguir el poder; por consiguiente seguimos en manos del marketing y la comunicación política. Cosa que es muy interesante para quien escribe en este blog puesto que precisamente, el marketing y la comunicación política son parte de mi actividad profesional. Pero ya he dicho aquí en otras ocasiones que quizás ahora tocaba, sin olvidarnos de estas herramientas, dejar paso a la altura de miras y al interés público y de Estado.
Hemos visto a nuestros líderes políticos en una investidura-moción de censura muy bien adiestrados en la comunicación no verbal y en el uso de la retórica, buscando permanentemente el titular, la foto y la cámara amable de televisión (beso incluido), dirigiéndose cada uno de ellos a su público (tengo dudas en el caso de Rivera) y trasladando al otro la responsabilidad de abocar a nuestra Nación a unas nuevas elecciones. Siempre he pensado que el que aparezca como culpable de unas nuevas elecciones será el que más se desgastará en ellas.
Todo esto es muy interesante y daría para varias entradas, pero hoy quiero aprovechar mi espacio para poner de relieve que en esta batalla hay uno de los participantes que está persiguiendo otra cosa. 
Lo está haciendo muy bien. Hay tres que se pelean por la centralidad del tablero y discuten, pretendidamente, sobre las ideas fundamentales que caracterizan sus respectivos pensamientos dejando bastante de lado el interés público, es decir, el bien común de nuestra sociedad y de los ciudadanos en su conjunto. Más bien, parece que la preocupación está en apuntalar unos,que haber sido el partido más votado les legitima poner las condiciones; otros, que están limpios y son el nuevo centro, los Adolfo Suárez del siglo XXI; y un tercero, que su liderazgo ante la izquierda moderada y ante su propio partido no debe ser discutido.
Pues bien, enhorabuena. Creo que los tres lo han conseguido (en buena medida gracias a sus estrategias políticas y a la comunicación política llevadas a cabo esta semana).
Pero ahora queda lo importante. No estamos en 1917. Y deberían ponerse de acuerdo y explicar las razones de ese acuerdo, porque deben ser razones de interés público; si me apuran, razones de Estado. 
P. Iglesias con un ejemplar de las obras de A. Gramsci
Porque el cuarto en discordia, el que lo está haciendo muy bien, no miente. No abandona su hoja de ruta. No olvida a sus teóricos Lenin, Gramsci o Stalin
Detrás de su relato se divisan claramente el adoctrinamiento frente al pensamiento libre, la economía planificada frente al libre mercado, la colectivización económica frente a la propiedad privada, los comisarios del pueblo y las vigilancias a la disidencia frente al estado de derecho... Estoy seguro que hasta sueñan con una arquitectura propia. 
El bloque hegemónico que pretenden construir con la nueva clase social subalterna está a punto de proclamarse clase dirigente y piensan ya en convertirse en clase dominante desde su superestructura con la que embestirán el bloque histórico.
La verdad, no sé si estamos para nuevos "condotieros", aunque nos prometan "paz, tierra y pan".
Urge un acuerdo. No estamos en 1917.