domingo, 1 de febrero de 2015

El discurso (rap) de Pablo Iglesias en Sol. Nada nuevo.

Una más sobre discursos. Quizá también otra inevitable. Como siempre con la intención de analizar la intervención técnicamente y desde el punto de vista de la comunicación. 
Lo escuchado y visto ayer en la Puerta del Sol a P. Iglesias, desde el ámbito de la oratoria y desde el prisma de la comunicación política no constituyó ninguna novedad. Eso sí, está claro que algunos, muchos probablemente, piensan que sí. No estoy diciendo con esto que lo ocurrido este sábado no sea importante.

El discurso, ha sido construido de manual. De manual clásico, cosa que me congratula. Con una captación inicial del público, congregado y entregado, muy bien pensada: "qué bonito es ver a la gente haciendo historia. Es emocionante ver al pueblo sonreír en la Puerta del Sol" . Estarán conmigo que es una muy buena manera de centrar la atención del auditorio. De paso, daba por sentado "su" propósito: "hacer historia" (muy propio de liderazgos férreos y agresivos), aunque la cifra de los llegados de todo el territorio nacional haya estado en torno a 150.000 según el medidor de El País. Desde luego la cifra no es despreciable pero no se acerca a las expectativas. Además, a los tiempos que vamos, ojo con determinadas exhibiciones. El efecto sobre la comunicación política de algunas acciones puede ser muy caprichoso.

El relato está perfectamente encajado sobre la técnica de vender sentimientos y no ideas, con una frase que se repite a la perfección: "hay que soñar, pero nos tomamos muy en serio nuestros sueños". Pero nada nuevo. No vamos a recordar aquí el gran número de discursos políticos que giran en torno a los sueños y la esperanza. Además seguro que a muchos de ustedes ya les ha venido a la mente Martin Luther King. Sueños y esperanzas que han buscado ser referente identitario a través de un guión literario, jalonado de autores e imágenes literarias (incluidos personajes).

Bien empleados recursos y elementos retóricos, han acudido sin ambages y por derecho al corazón de los asistentes y de quien les haya querido escuchar. Nada nuevo tampoco. Ha faltado oír el "a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió". Eso sí, todo muy al estilo de grandes personajes del celuloide como ese Williams Wallace en "Braveheart", el personaje de Al Pacino en "Un domingo cualquiera" o Gladiator en la batalla germana. Por supuesto sin abandonar estilos como el de Alejandro Magno o, como es lógico, su antiguo referente B. Obama en su propio "yes we can" y su discurso del cambio queriendo hacer de la Puerta del Sol, Iowa. 
Mensajes tan directos al corazón que en nada se diferencian de mensajes como este: "...somos enemigos del sistema capitalista de hoy, con su explotación de los económicamente débiles, con sus sueldos inferiores, con su indecente valoración del ser humano según las propiedades que posea, en vez de su sentido de responsabilidad y forma de actuar..."  (Alemania 1 de mayo de 1927). Nada nuevo, pues.

El cierre de la intervención apelando a la patria y al patriotismo, es atrevido y por eso lo considero muy acertado. A algunos de los presentes quizá les sonó raro, pero no es menos cierto que ha sido el único concepto transversal que se ha lanzado dado que el resto de mensajes ha circulado entre "arriba y abajo", "ricos y pobres". Probablemente es lo que se ha buscado. Conseguido.

En otro orden de cosas, el discurso de P. Iglesias ha sido correctísimo en cuanto a duración se refiere, cosa que es rara y de agradecer en un orador político.
Su imagen, en cuanto a indumentaria, perfecta en tanto en cuanto es la imagen que pretenden vender. ¡Por cierto! hacía tiempo ya que no escuchaba a nadie utilizar el uso de la corbata y la gomina como imagen para esconder un mensaje. Vieja herramienta, nada nuevo.
En cuanto a la lectura del discurso, fue caótica. Perdió muchos momentos de poder mirar a su auditorio. Daba la sensación de que no se lo había preparado.
Su lenguaje no verbal fue casi inexistente, secuestrado por la necesidad de tener que sujetar los papeles con la mano, debido al viento y a lo desproporcionado del tamaño del papel con la superficie libre del atril.
Me ha resultado curioso su ritmo y tono. En ocasiones he tenido la sensación de estar escuchando un rap. Si es lo que estaba buscando, por aquello de encajar su ritmo de discurso en uno de los ritmos más de moda entre los jóvenes, enhorabuena; lo ha conseguido.
La puesta en escena, austera, lo cual me parece muy bien; aunque la imagen de esos "dirigentes" en plan escolta, tan de comité, vuelven a recordarme viejos escenarios.

Hasta aquí mi análisis. No sé..., me recuerda todo demasiado al Felipe González de principios de los 80. Nada nuevo. Un mérito, eso sí: creo que están copiando a los mejores y consiguiendo una comunicación política exitosa.
Otra cosa son los efectos de este tipo de discursos y movilizaciones.
Algunos deberían pensar cómo es posible que les estén adelantando por la izquierda con, otrora, sus mismas herramientas y sus mismos discursos.
Otros deberían revisar por qué hay un porcentaje no desdeñable de votantes propios que optan por cruzar al otro lado.
Los ciudadanos deberemos pensar si en nuestras decisiones como ciudadanos libres debe pesar más la razón o el corazón.

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